Un espacio clínico especializado, ético y humano. Ya sea en terapia individual o de pareja, entiendo que tu identidad no es un síntoma, pero vivir en un mundo con prejuicios sí deja huellas.
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Buscar terapia siendo LGBTQ+ puede sentirse como un paso enorme. Muchas personas llegan después de años de vivir en silencio, de sentirse “diferentes” o de cargar con experiencias de rechazo y confusión.
Un profesional "LGBTQ+ friendly" quizá sea amable y respetuoso. Pero la buena intención no es suficiente. Yo, como terapeuta gay y especialista, entiendo algo más profundo:
La psicología ha clasificado históricamente la diversidad como "enfermedad" y ha contribuido a la estigmatización. Este es un espacio consciente de esa historia, diseñado para reparar, no para juzgar. Aquí no tienes que protegerte del juicio, sino enfocarte en sanar.
Un terapeuta sin formación puede minimizar, confundir o incluso reforzar la vergüenza sin querer. Un especialista afirmativo sí lo ve, lo nombra y te ayuda a entender que nada está mal con tu orientación sexual o identidad de género.
Comprendemos que la identidad sexual o de género es compleja y puede descubrirse o cambiar en cualquier momento de la vida, sin necesidad de justificación.
El bullying, la exclusión o el silencio en etapas tempranas dejan huellas de vergüenza profunda que afecta la autoestima, las relaciones y la capacidad de confiar.
La presión por ocultar o la necesidad de "encajar" genera un estado de alerta crónica (estrés de minorías) que agota tu energía emocional y vital.
Sabemos distinguir qué parte de tu malestar viene del estigma y qué parte es sufrimiento humano (ansiedad, duelo, apego) que no tiene que ver con ser LGBTQ+.
La psicoterapia afirmativa no es "terapia para gays" es terapia con conciencia de cómo se vive y se siente ser LGBTQ+ en una sociedad que todavía tiene prejuicios.
A veces, lo que llamamos "ansiedad" o "celos" es en realidad el eco de vivir en un entorno hostil. A esto le llamamos Estrés de Minorías. Aquí te muestro cómo se ve en la vida real a través de casos anónimos:
Un paciente temía profundamente sus evaluaciones laborales, convencido de que sería despedido sin evidencia objetiva. Al explorar, descubrimos que su jefa hacía chistes homofóbicos. Aunque no lo atacaba directamente, esos chistes activaron una memoria de peligro: "la autoridad es hostil si sabe quién soy". Su ansiedad no era laboral, era una respuesta de supervivencia ante un entorno inseguro.
Un paciente sentía angustia constante de que su pareja le fuera infiel, sin motivos reales. Profundizando, encontramos prejuicios internalizados desde su infancia: "los hombres gay son promiscuos", "esas relaciones no duran". Aunque él rechazaba conscientemente esas ideas, operaban como una alarma interna, impidiéndole confiar en otro hombre gay, incluso en aquel que amaba.
Un hombre exitoso sentía que debía "comprar" afecto (pagando todo, cediendo siempre) porque se sentía "poco deseable" debido a su expresión femenina. Había aprendido que la femineidad en un hombre era un defecto a compensar. El trabajo terapéutico consistió en desmantelar esa creencia de insuficiencia para que pudiera relacionarse desde su valor real, no desde la deuda.